martes, 2 de octubre de 2007

PATINES

El sol desparramaba su luz y su calor en esas horas tempranas de la tarde, como se expande el aire perfumado que ha tenido la dicha de rozar la flor.El alma quieta lo recibía y exponía sus lugares más escondidos para que se abrieran a la sinfonía de colores de su mundo quimérico, que estallaba en la alegría de la exaltación, en la mágica alegoría de la momentánea felicidad en la feria de la vida.El niño caminaba tomado de la mano de su madre, que vestía riguroso luto por el centro comercial de la ciudad.Sus sombras los seguían, como figuras recortadas en papel oscuro, y que, seguramente, también tenían el traslado del alma que daba vida y motivo a sus cuerpos que unidos desde la concepción, señalaba claramente el camino a recorrer, por las calles y por la vida, hasta el momento sublime en que el ángel de su custodia, con un leve toque de sus dedos, los llevara a la presencia Divina.Las oscuridades clonadas que los seguían a veces partían de sus propios pies, dibujándose sobre la acera, y en otras ocasiones se alejaban un tanto y podían hasta quebrarse al encaramarse en las paredes, generalmente color amarillo ocre, pero ellas siempre negras, como respuesta a lo sólido, a lo opaco, a la vulgaridad de la materia, cuando, si en realidad reflejara sólo las almas intangibles de esos dos seres limpios, el blanco más puro sería el espejo que les devolviera sus líneas recortadas.Eran dos seres.Eran dos sombras.Eran luzY eran sombra.Las figuras se detienen y giran sobre sí para observar la vidriera de un comercio.Las sombras ahora son perfiladas y superpuestas, cubriendo la de la madre a la de su hijo, como un simbolismo de protección sublime, como las altas cumbres lo hacen con el valle, graduando su clima y, en este caso, su infancia.El niño señala insistentemente con su pequeña mano, un par de patines que se exhibe en el escaparate y su madre le hace saber la imposibilidad de su compra por carecer del dinero suficiente.Las figuras y sus sombras siguen su camino; la vereda acoge sus pasos rápidos y unas gruesas gotas salobres en espacios regulares, que caen en silencio.Ya en la casa, el rincón de sus secretos cobija al pequeño cuerpo, estremecido por el llanto que ahora se muestra incontenible y que lo sacude con sus latigazos crueles para la ternura de su carne.La madre, la sombra grande, oye y, en su penar, no lo quiere mirar, permitiéndole expresar su desilusión en soledad, hasta que, repleta de dolor, toma sus ropas y sale para regresar a los pocos minutos trayendo consigo la caja que contiene los patines.Días después, el niño se entera que, para satisfacer su capricho, la madre había agotado totalmente los recursos con los que contaba.El niño nunca más le pidió algo a su madre; de allí en adelante se lo pidió a sí mismo, pero su arrepentimiento lo marcó por siempre.El sol sigue desparramándose en las horas tempranas de la tarde y el aire sigue perfumado cuando roza una flor.El niño, ahora con arrugas en su rostro y cicatrices en su alma, sigue llorando en silencio.Ya no puede usar patines, pero puede recordar.La voz inaudible del alma llega, con la fuerza del amor infinito, al corazón que duele.

Autor: RolviderHermes. Te. 00 54 011 4821.2024
Etiquetas: LITERATURA

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